La gran farsa de la música en streaming: reproducciones falsas para fabricar hits

Los expertos coinciden en que es una práctica habitual, y los «hackers» aseguran que éxitos como «Gangnam Style» crecieron de forma fraudulenta

Antes del auge de la música en streaming, de vez en cuando saltaba un pequeño escándalo por la adjudicación falseada de Discos de Oro a los cantantes de éxito. Pero ahora, con el streaming, pueden inflarse los resultados de los hits de forma casi indetectable. Cuando de pronto un artista al que nadie conocía se alza como nuevo gran fenómeno del streaming, muchos nos preguntamos: ¿cómo es posible que fulano o mengano salga de la nada con millones de reproducciones bajo el brazo? Tiene que haber truco. Y es que en muchos casos lo hay. Así lo aseguran los hackers entrevistados en el documental «Cien millones de visitas», del israelí Itamar Rose, que investiga el origen de las reproducciones falsas en YouTube. «Podemos conseguir visitas y “me gustas” para cualquier canción», dice uno de esos piratas en el filme. «E incluso inventar comentarios. Es mejor que algunos sean negativos, para que tenga más credibilidad. Todos los vídeos de YouTube que tienen más de cien millones de visitas empezaron así. Todos, incluso los de Justin Bieber. Cuando empezó “Gangnam Style”, por ejemplo, estuvimos muy ocupados. Sus primeros millones de visitas fueron falsos».

Por solo 400 euros, dice este hacker, «puedes conseguir los primeros miles de visitas para tu videoclip». Los suficientes para facilitar su viralización, ya que los vídeos más visitados tienen más facilidades de ser recopilados en las «playlists» que se ofrecen diariamente al gran público. Además, el efecto rebaño siempre ha sido muy importante en la música pop: si vemos que una canción tiene cien millones de visitas, clicamos instantáneamente, no vayamos a perdernos el hit de moda. Evidentemente, cuanto más tráfico haya en un portal, mejor para sus ingresos. Por eso, los hackers aseguran que «YouTube a veces descubre las visitas falsas, y a veces no. Luchar demasiado contra las visitas falsas influiría demasiado en sus resultados. ¿Dónde estaría YouTube sin las visitas falsas?», se pregunta irónicamente el pirata informático.

«Fakes» en lo más alto

Más allá del beneficio que puedan obtener los portales, lo interesante es ver la rentabilidad que determinados artistas y sus sellos discográficos pueden conseguir con este fraude, que por supuesto, también afecta a Spotify. El año pasado, un usuario de este servicio de música en streaming creó 1.200 cuentas falsas para enriquecerse con los beneficios de las reproducciones de sus «playlists». Para ello creó dos listas: «Soulful Music» y «Music from the heart»», ambas con música registrada en Bulgaria creada por artistas desconocidos y con pocos datos, e hizo que esas 1.200 cuentas clicaran una y otra vez en sus canciones, que tenían algo más de 30 segundos, la duración mínima que exige Spotify para cobrar los beneficios por reproducción. Y así, con este chanchullo, sus dos playlists alcanzaron los puestos 84 y 35 en las listas globales de Spotify, respectivamente, y el 22 y el 11 en Estados Unidos. Ganó más de 300.000 euros con la jugada. ¿Podrían los sellos discográficos hacer lo mismo? ¿Crear cuentas falsas de Spotify y clicar sin cesar en las canciones de sus artistas? Sí. Pero lo más impactante es que no tienen por qué hacerlo ellos mismos, porque ya hay empresas que se dedican exclusivamente a ello. Son las llamadas «granjas de clicks».

Suelen estar ubicadas en países como Rusia, China, India, Tailandia, Filipinas o Bangladesh, y o bien utilizan sistemas automatizados con ordenadores y móviles (como en el vídeo de abajo), o bien emplean a docenas de trabajadores en condiciones precarias, para que se pasen el día reproduciendo, dando a «me gusta» o comentando canciones de YouTube, Spotify y otras plataformas y aplicaciones. No es un negocio ilegal, pero tampoco del todo legal: en 2017, la policía de Bangkok arrestó a tres inmigrantes chinos que operaban una «granja de clicks», confiscando 476 smartphones y 347.200 tarjetas SIM que pertenecían a tres de las más importantes operadoras de Tailandia. Sin embargo, finalmente sólo se les pudo juzgar por no tener permiso para trabajar en el país, y por evasión de impuestos.

Fans a un módico precio

Es muy difícil, si no imposible, saber quiénes contratan los servicios «alegales» de estas granjas. Pero el caso es que hay varias empresas totalmente legales que te garantizan que, a cambio de una tarifa concreta, tendrás resultados asegurados si quieres equis reproducciones, o equis seguidores. Algunas no esconden su relación con las «granjas de clicks», como Digital Farm, Click Monkeys o Click Farm Interactive. Otras compañías como BCube o Streamify no mencionan la conexión con granjas, pero ofrecen «menús» al gusto del consumidor: por 39,99 euros te fabrican mil reproducciones en Spotify. Por 69,99 euros, dos mil quinientas. Y así sucesivamente. Presuntamente, todo por obra de un marketing milagroso que, si de verdad funciona sin la intervención de granjas, no deja de ser una estrategia de promoción carente de toda ética profesional para los músicos. Y un escándalo igual o peor que el de la «payola», si las contratantes del servicio son las discográficas o las agencias de management. Intentamos que una de estas empresas contestara nuestras preguntas sobre su modus operandi, pero no hubo respuesta.

El menú de compra de visitas de BCube
El menú de compra de visitas de BCube – BCube

Las visitas falsas, además de ser un fraude, perjudican a los músicos que intentan ganarse la vida con el streaming honradamente. Como señala el portal especializado I Musician, «cuando compras streams falsos de un promotor falso, en realidad estás robando royalties de otros artistas que han seguido las reglas y han generado streams orgánicos. Para distribuir los royalties entre los artistas, Spotify toma el importe global de los ingresos procedentes de la suscripción mensual, lo divide por el número total de streams y lo multiplica por los streams de cada artista». Es decir, que cuando escuchamos a un artista en Spotify, nuestro dinero no va sólo para él, sino para todos los músicos que hemos escuchado en la plataforma, incluyendo los que hayan pagado por este trapicheo. Por eso las reproducciones falsas disminuyen la participación en los ingresos de los artistas «honrados».

Louis Posen, fundador del sello californiano Hopeless Records, explicó en una conferencia de la industria que alrededor del 4 por ciento de todas las reproducciones son «ilegítimas», lo que le costaría a la industria 300 millones de dólares anuales. Y es que estas visitas falsas se producen con toda seguridad en otras plataformas de streaming. En el caso de Tidal, incluso estarían siendo utilizadas por la propia compañía, tal como reveló una investigación del diario noruego «Dagens Næringsliv», que hace un año destapó un escándalo según el cual hasta 1,3 millones de cuentas de las que reproducen a diario música en la plataforma se habrían falseado, para aumentar los beneficios de artistas y sellos relacionados con la empresa, fundada por el rapero Jay Z. El organismo noruego de investigación de crímenes económicos, Okokrim, ha llevado el caso a los tribunales, a lo que Tidal ha respondido con un órdago a la grande: amenazando con demandar al Gobierno noruego al completo. ABC ha pedido a Tidal información sobre el caso, pero la compañía rechaza hacer declaraciones al respecto.

Para detectar estos fraudes, Spotify utiliza algoritmos que buscan álbumes y listas con muchas canciones cortas, discos escuchados excesivamente por un grupo pequeño de personas y aquellos cuya actividad proviene de una sola dirección IP, además de los que se reproducen con «bots». Y en caso de sospechas fundadas, los borra de la plataforma.

Daño colateral

Eso, sin embargo, podría generar otro daño colateral: un sello podría pagar a una «granja de clicks» para que reprodujese continuamente los álbumes de compañías rivales, y así ponerlos bajo sospecha . «Existe un riesgo real de que haya personas que utilicen bots para atacar a la competencia», asegura un experto en la materia, el ingeniero informático William Bedel.

A pesar de las medidas de detección y eliminación que puedan desplegar Spotify o YouTube, se puede hacer negocio con este fraude si se actúa rápido. Otro ejemplo es el del ’hacker’ estadounidense Peter Fillmore, que en un congreso sobre seguridad informática dejó de piedra a los asistentes mostrando cómo ganar unos 1.000 dólares a base de artimañas en Spotify. Fillmore subió varias canciones falsas a la plataforma, y a través de una serie de ‘bots’ que se ejecutaban desde tres servidores para reproducirlas 24 horas al día, consiguió esa suma de dinero en apenas una semana. Spotify finalmente descubrió el pastel y eliminó su perfil, pero los dólares ya estaban en su cuenta corriente.

Spotify, normalmente muy receptiva cuando la prensa le hace otras peticiones de información, se niega a facilitar a ABC cualquier dato sobre el fenómeno de las reproducciones falsas, que sin duda minan la credibilidad de los hits nacidos en su plataforma. YouTube tampoco contesta a las preguntas de este periódico, y responde a nuestra petición con un párrafo de manual: «Nos tomamos muy en serio el abuso en nuestros sistemas, como por ejemplo, los intentos de inflar artificialmente el número de reproducciones, y tomamos acción contra estas personas, incluyendo el fin de sus cuentas de YouTube. YouTube continúa empleando tecnología patentada para prevenir la suma artificial de reproducciones de video por spam bots, malware y otras fórmulas. Como parte de nuestro esfuerzo constante por mantener YouTube como una plataforma auténtica, periódicamente auditamos las reproducciones que un vídeo recibe y validamos el recuento de ese video, borrando los visionados fraudulentos si estos se confirman».

Aunque finalmente no quiso participar en este reportaje, Spotify nos preguntó con mucho interés si éste aludiría a alguna canción en concreto. Lo cual no deja de ser intrigante. Seguro que la compañía sueca lucha contra este fraude, ¿pero con qué ímpetu, con qué efectividad? El quid de la cuestión estaría, pues, en saber qué porcentaje del total de reproducciones pertenece a visitas falsas, según las detecciones de YouTube y Spotify. Si es muy superior o no al 4 por ciento barruntado por Louis Posen, es un misterio. Ninguna de las dos plataformas ha mostrado la menor intención de compartir esa información con ABC.

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